martes, 1 de diciembre de 2015

Victoria Ocampo, la 'Beatrice' de Buenos Aires (I)

La imagen con la que reconocemos a Victoria Ocampo quizás no sea la más apropiada. La imaginamos altanera, vestida con un largo mantón de algún material exquisito. Mirada altiva, cabeza alta, orgullosa, coronada con un suave turbante emplumado. Atuendo prototípico de la clase alta a la que pertenecía por nacimiento, y del que ella intentó desmarcarse en cuanto sus inquietudes intelectuales empezaron a poblar su cabeza con una velocidad pasmosa.



Escribió una autobiografía compuesta por seis tomos, genialmente sintetizada por Francisco Ayala. Una obra que desde sus primeras palabras estaba destinada a ser publicada. Vería la luz de forma póstuma, a petición expresa de la autora. El género autobiográfico era un terreno casi virgen en el siglo XIX hispanoamericano, y más aún, para una mujer, a la que le estaba vetado cualquier tipo de libre pensamiento. Este tipo de obras es propio del ámbito religioso del Siglo de Oro, cuando las monjas, a petición de los párrocos, emprendían narraciones propias. La más famosa de todas ellas es posiblemente La respuesta a Sor Filotea, por Sor Juana Inés de la Cruz. Un aspecto interesante de la autobiografía seleccionada por el ya mencionado Francisco Ayala es el hecho de que un personaje masculino recoja unos textos de un tan marcado feminismo.

A pesar de ser una recopilación de sus memorias, estos textos no están exentos de la dualidad verdad/ficción. ¿Hasta qué punto pueden ser objetivos unas historias que tuvieron lugar 40 años atrás? ¿Es la autora consciente de la opacidad de su propio punto de vista? Victoria Ocampo deja claro en todo momento que no pretendía dejar a un lado la subjetividad. Empezó a escribir su autobiografía con 61 años por lo que sus recuerdos puede que no sucedieran como ella los narra sino como ella cree que ocurrieron. Estas memorias no obedecen a ningún patrón inquebrantable. Es evidente que el orden cronológico está presente en la narración pero no de forma inamovible. La muerte de su tía abuela Victoria es una tragedia para ella. Es la desaparición de un ser querido que irrumpe en su infancia; y cuando trata de rememorar su niñez, ese recuerdo hiende la historia sin importar si lo que ella pretende transmitir fue anterior o posterior.

Esto ocurre debido a la disputa entre el yo de la enunciación y el yo del personaje. Como ya hemos mencionado han pasado varias décadas desde esos momento y las perspectiva del tiempo hace acto de presencia. Al contrario que la Condesa de Merlan, Victoria Ocampo no tiñe su obra con nostalgia. Exceptuando los momentos en los que su gran amor, Julián Martínez, aparece, el texto es bastante sobrio y comedido. La autora se apoya en un diario para darle forma a su obra a través de la narración fluida pero también de las notas breves y las cartas, en un momento en el que el género epistolar estaba tan de moda.

Victoria Ocampo redactó su autobiografía en francés, una lengua que llegó a dominar incluso mejor que su lengua materna. Por ello, algunos fragmentos respetan la lengua original mientras que otros aparecen traducidos a pie de página. Su capacidad para hablar el francés, el italiano -tradujo La Divina Comedia-, un poco de inglés y por supuesto el español arrojan mucha luz a la brillantez de un personaje que fue crucial no solo en su Buenos Aires natal sino en todo el contexto hispánico.







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